Muerte en la Cruz o Auto-Resucitación: ¿Es Médicamente Plausible que Jesús (as) No Murió en la Cruz?

Muerte en la Cruz o Auto-Resucitación: ¿Es Médicamente Plausible que Jesús (as) No Murió en la Cruz?

Muerte en la Cruz o Auto-Resucitación: ¿Es médicamente posible que Jesúsas no haya muerto en la cruz?

A lo largo de la historia, la creencia cristiana ha sostenido firmemente que Jesúsas murió en la cruz. Sin embargo, ¿qué sucedería si analizáramos esta afirmación desde un ángulo médico? En este interesante artículo, revisamos varios testimonios e informes sobre los efectos físicos de la crucifixión, y exploramos el debate médico que existe sobre la verdadera causa de la muerte de Jesúsas. ¿Pudo realmente haber fallecido en la cruz o existió la posibilidad de que sobreviviera?

Un análisis crítico de la literatura médica

Profesora Amtul Razzaq Carmichael, Reino Unido

La crucifixión fue concebida como un método de ejecución extremadamente doloroso y prolongado, utilizado comúnmente en el Imperio Romano, siendo Jesucristo (as) su víctima más reconocida.

Pero surge la pregunta: ¿es médicamente posible que Jesús(as) haya sobrevivido a semejante castigo?

Si ese fuera el caso, entonces primero, los soldados romanos tendrían que haber considerado erróneamente que Jesús(as) estaba muerto antes de retirarlo de la cruz. Segundo, Jesús(as) habría necesitado recibir atención médica adecuada para recuperarse. Tercero, debería existir evidencia de que Jesús(as) fue visto vivo después de su crucifixión. Nuestro propósito aquí es analizar cada uno de estos aspectos desde una perspectiva científica, evaluando las pruebas relacionadas con diagnósticos erróneos de muerte, describiendo el proceso de la crucifixión, y finalmente considerando las posibles maneras médicas en las que Jesús(as) pudo haber sido reanimado tras su crucifixión.

¿Es médicamente posible diagnosticar erróneamente la muerte?

¿Podría ser concebible que los soldados romanos, expertos en el arte de la crucifixión, cometieran un error tan grave como declarar muerta a una víctima aún viva? Dicho de otro modo, ¿puede una persona viva ser erróneamente declarada muerta?

La evidencia médica muestra que esto es perfectamente posible. Por ejemplo, en 2020 en Estados Unidos, se reportó un caso ampliamente divulgado en el que una mujer fue declarada muerta tras ser examinada por paramédicos y servicios de emergencia. Sin embargo, cuando el personal de la funeraria abrió su bolsa de cadáveres, descubrieron que estaba viva y con los ojos abiertos. [1]

A lo largo de la historia, existen numerosos registros de entierros prematuros. [2] A comienzos del siglo XX, tras varios casos notables de entierros incorrectos —como el de un niño que fue rescatado por poco en Regent’s Park, Londres—, se publicó un libro titulado Premature Burial and How It May Be Prevented (Enterramiento prematuro y cómo prevenirlo). [3] Uno de sus autores, el Dr. Vollum, quien se desempeñaba como inspector médico en el Ejército de los Estados Unidos, había salvado la vida de una persona que había sido erróneamente declarada muerta por ahogamiento. [4]

No fue el único escrito que trató este tema en aquella época. Años antes, el Dr. Franz Hartmann había explorado esta problemática en su obra Buried Alive (Enterrado vivo), donde examinaba causas ocultas de muerte aparente, trances y catalepsia. Asimismo, otro libro titulado Absolute Signs of Death (Signos absolutos de la muerte), publicado a finales del siglo XIX, documentaba varios casos de diagnóstico erróneo de muerte que terminaron en entierros prematuros. Uno de estos casos fue reportado en la edición parisina del New York Herald el 14 de mayo de 1895:

“Una mujer del pueblo de Laterie aparentemente falleció hace unos días. Mientras trasladaban su cuerpo en un ataúd hacia la iglesia, los porteadores escucharon ruidos provenientes del interior. De inmediato alertaron al alcalde, quien ordenó abrir el ataúd. Se descubrió entonces que la mujer sufría de eclampsia, condición que sus familiares habían confundido con la muerte.” [5]

De hecho, la preocupación por los entierros prematuros fue tan común en ciertos períodos que se implementaron varias innovaciones para prevenirlos. Se diseñaron ataúdes especiales que se abrían al detectar cualquier movimiento. En un depósito de cadáveres en Múnich, se instalaban campanas amarradas al dedo de los cuerpos durante varios días antes del entierro; así, si alguien era diagnosticado incorrectamente como muerto, podía hacer sonar la campana para pedir auxilio.

De forma más reciente, The Lancet publicó el relato de un testigo ocular sobre un paciente que, tras ser declarado muerto por el médico, se sentó al cabo de un tiempo y pidió una taza de té. [6] Asimismo, un médico describió en The Annals of Internal Medicine un caso en el que un paciente revivió después de que se le hubiera emitido el certificado de defunción. [7]

Hoy en día, siguen apareciendo noticias de todo el mundo reportando personas diagnosticadas erróneamente como fallecidas, incluso después de ser examinadas por múltiples profesionales de la salud. [8,9,10,11,12]

Estos ejemplos demuestran que incluso los expertos más capacitados pueden equivocarse al determinar la muerte de un paciente que aún está vivo. Por tanto, no resulta ilógico pensar que los soldados romanos, tras los eventos de la crucifixión, pudieran haber cometido un error al declarar muerto a Jesús (as). Aun si consideráramos que eran expertos en ejecutar sentencias de muerte, como hemos visto en los casos modernos, los errores humanos siguen siendo posibles.

Antes de analizar las posibles formas en las que Jesús (as) pudo sobrevivir a la crucifixión, es necesario entender en profundidad cómo se llevaba a cabo esta práctica brutal en aquella época y cuáles eran las causas usuales de muerte entre las víctimas crucificadas.

La práctica de la crucifixión

La crucifixión fue uno de los métodos de ejecución más brutales, inhumanos y aterradores jamás concebidos, reflejo máximo de la “inhumanidad del hombre hacia el hombre”. [13,14,15] Este castigo ofrecía a los verdugos libertad total para desatar su crueldad, infligiendo deliberadamente el mayor dolor y sufrimiento posibles. [16,17]

Antiguas civilizaciones como los asirios, babilonios y persas utilizaron la crucifixión como forma de tortura y castigo. Con la llegada de Alejandro Magno, esta práctica se expandió a las regiones del Mediterráneo Oriental. La muerte en la cruz era considerada el castigo más atroz, no solo por el dolor físico que causaba, sino también por la humillación extrema que suponía; se reservaba como un signo final de desprecio hacia los individuos más odiados. [18]

El historiador romano Quinto Curcio Rufo documenta que Alejandro Magno ordenó crucificar a dos mil habitantes de Tiro, colocándolos a lo largo de la costa tras la conquista de la ciudad. [19] Posteriormente, los romanos perfeccionaron la técnica de la crucifixión para maximizar tanto el sufrimiento físico como su duración, usándola especialmente contra esclavos, enemigos políticos y criminales peligrosos. [20] Un ejemplo histórico relata que, por órdenes de Pompeyo, seis mil esclavos rebeldes fueron crucificados a lo largo de la Vía Apia tras la derrota de Espartaco.

El proceso de crucifixión solía comenzar con la flagelación del condenado, realizada por soldados. La víctima era atada a una columna y azotada con un flagrum, un látigo corto con tres o cuatro correas de cuero, en cuyos extremos se unían fragmentos de hueso o plomo. Esta brutal flagelación causaba dolores intensos, contusiones, sangrado externo, exposición de tejidos y, a menudo, fracturas de costillas que podían derivar en hemorragias internas o daños pulmonares. Es importante señalar que la ley romana especificaba que la muerte debía ocurrir en la cruz, no como consecuencia de la flagelación. [21]

La cruz consistía en dos secciones: una viga horizontal móvil y una viga vertical fija. El condenado era clavado a la viga horizontal por las manos. Esta herida causaba un daño severo al nervio mediano, lo que generaba un dolor insoportable. Una vez fijado al travesaño, la víctima era levantada y amarrada a la parte vertical. Los pies se colocaban uno sobre otro y se fijaban a la viga vertical mediante un solo clavo, de aproximadamente 18 centímetros de largo. Aunque las lesiones sufridas durante la crucifixión no resultaban fatales inmediatamente, los clavos atravesaban tejidos blandos sin dañar vasos sanguíneos principales, músculos esenciales o huesos. [22] Los brazos extendidos, las rodillas dobladas y el torso inclinado hacia adelante, debido a la posición en la cruz, hacían que el peso del cuerpo recayera principalmente sobre las muñecas y las manos.

Las víctimas permanecían en la cruz hasta que fallecieran. Por lo general, este proceso podía durar hasta tres días si no se interfería con su ejecución. La muerte ocurría debido a la exposición, deshidratación, hambre y agotamiento. En algunos casos, los soldados romanos aceleraban el proceso rompiendo las piernas de las víctimas. Otras veces, los verdugos recurrían a encender un fuego en la base de la cruz para asfixiar a la víctima. [23] Tras la muerte, se retiraba la barra horizontal de la cruz y los cuerpos eran abandonados en el lugar. Generalmente, los cadáveres no eran reclamados para ser enterrados y quedaban expuestos a la descomposición y a los ataques de aves y perros salvajes. Por lo tanto, los lugares de crucifixión solían estar ubicados en áreas abiertas, alejadas de las zonas residenciales, pero cerca de vías de tránsito para que las víctimas pudieran servir como ejemplo público de castigo. [24] Existen diversas teorías sobre las formas en las que las personas morían tras la crucifixión, pero en general se sabe que estaban expuestas a varios factores que contribuían a su fallecimiento, como el shock por la pérdida excesiva de sangre, el trauma físico y la asfixia.

Uno de los efectos más profundos de la crucifixión era la interrupción en la capacidad de la víctima para respirar. Mientras permanecía suspendida en la cruz, la pared torácica se estiraba, lo que dejaba los pulmones llenos de aire. Para poder exhalar y permitir que el aire atrapado fuera expulsado, la víctima debía levantar su cuerpo, lo cual requería un esfuerzo físico considerable.

Simultáneamente, las víctimas sufrían de sed extrema, calambres musculares severos y lesiones traumáticas en los nervios, huesos y tejidos blandos de pies y muñecas, lo que debilitaba progresivamente sus cuerpos. Con el paso del tiempo, debido a esta debilidad, la víctima ya no podría elevar su cuerpo para exhalar, lo que causaba una disminución de oxígeno en su sangre y un aumento de dióxido de carbono, llevando al coma y, finalmente, a la muerte. Esta era una forma lenta y dolorosa de morir.

Los testimonios de testigos y diversos experimentos sobre la crucifixión también aportan información sobre este proceso. Un testigo de una crucifixión describió cómo, tras aproximadamente una hora de estar colgado, las víctimas comenzaban a doblar las piernas repetidamente para poder respirar, pero sus esfuerzos se iban debilitando progresivamente. Finalmente, la víctima sufría una asfixia progresiva que se volvía cada vez más aguda. Esto era evidente porque el marco torácico se hinchaba al máximo, mientras que la zona superior del abdomen mostraba un hundimiento profundo. [25]

En un estudio realizado en 1948, estudiantes de medicina sanos que fueron colgados de las muñecas mostraron signos de dificultad respiratoria y una presión arterial extremadamente baja. [26] Estos sujetos dependían del diafragma para respirar, y cuando se les permitió usar las piernas para levantar el torso contra la gravedad, sus síntomas de dificultad respiratoria mejoraron. Este hallazgo sugiere que esa era la razón por la cual los romanos rompían las piernas de las víctimas, para que no pudieran levantarse y respirar, acelerando así su muerte por asfixia o por hemorragias internas y externas. El patólogo Dr. Frederik Zugibe ha sugerido que las víctimas morían de insuficiencia cardíaca y respiratoria como resultado del shock hipovolémico debido a la pérdida excesiva de sangre durante la flagelación. [27] Otras posibles causas de muerte incluyen embolia cardíaca, ruptura del corazón o hemorragias externas graves y trastornos de la coagulación sanguínea. [28] Aunque no podemos determinar con certeza el mecanismo exacto de la muerte en cada crucifixión, podemos hacer conjeturas fundamentadas sobre las causas más probables. [29]

El tiempo que las víctimas pasaban en la cruz antes de morir variaba dependiendo de factores como la edad, el estado nutricional, la cantidad de sangre y volumen perdidos, así como las condiciones climáticas del momento. Aunque se postula que el tiempo promedio para morir en la cruz era de 24 a 36 horas, en algunos casos la duración podría extenderse hasta 10 días. [30]

Debate médico sobre la causa de la muerte de Jesús (as)

A pesar de que no hubo autopsias ni registros médicos formales en ese período, existen varias teorías sobre la posible causa de la muerte de Jesús (as). La comunidad médica está de acuerdo en que la muerte de Jesús fue inusualmente rápida, dado que las víctimas de crucifixión generalmente morían después de varios días de sufrimiento. Sin embargo, no hay consenso sobre la causa exacta de su muerte. [31] Algunos de los mecanismos propuestos para explicar su muerte repentina e inesperada incluyen asfixia, ruptura cardíaca, distensión aguda del estómago, trauma por suspensión, coagulopatía y shock. [32,33,34,35] Aunque cualquiera de estas hipótesis podría ser la causa, no existe consenso universal ni pruebas definitivas que determinen con certeza la causa exacta. [36,37]

¿Cómo pudo Jesús (as) haber sobrevivido al proceso de la crucifixión?

Una hipótesis alternativa sugiere que Jesús (as) no murió en la cruz, sino que sobrevivió al proceso de crucifixión. [38,39,40] La evidencia médica respalda la posibilidad de que algunas víctimas de la crucifixión podrían haber sobrevivido y resucitado. [41] Durante muchos años, algunos devotos católicos han recreado el proceso de la crucifixión, clavando sus manos y pies en una cruz después de un periodo de flagelación. Se ha informado que, tras recibir atención básica, un voluntario que había sido clavado en la cruz caminó tranquilamente de regreso a su hogar. [43] Se dice que sus heridas tardaron hasta dos semanas en sanar. [44] Si bien estas recreaciones no son una réplica exacta de la crucifixión real, ofrecen algunas pistas sobre los efectos de las heridas en las víctimas.

La ciencia ha propuesto varias teorías para explicar cómo Jesús (as) pudo haber sobrevivido al proceso de la crucifixión. Entre estas se encuentran la auto-reanimación, hipotermia, shock, colapso y taponamiento cardíaco.

Autoresucitación: el síndrome de Lázaro

El síndrome de Lázaro, descrito por primera vez en 1982, es un fenómeno en el que los pacientes sobreviven después de que un intento de reanimación aparentemente ha fallado. [45] Este fenómeno se denomina resucitación automática, en la que la circulación sanguínea se reanuda espontáneamente pocos minutos después de que se detiene la reanimación. Hasta el 50% de los médicos en cuidados intensivos o urgencias prehospitalarias han reportado haber presenciado este fenómeno. [46] Aproximadamente el 30% de estos pacientes se recuperan bien, lo que sugiere que los médicos deben vigilar a los pacientes al menos durante diez minutos antes de declarar su muerte.

No se comprende completamente cómo se produce la resucitación automática, pero se han propuesto diversas teorías. [47] Una posible explicación es el mecanismo de “auto-PEEP” (presión auto-positiva al final de la espiración). [48,49,50] Este mecanismo describe cómo, durante la reanimación cardiopulmonar (RCP), la hiperinsuflación dinámica en pacientes con enfermedades obstructivas de las vías respiratorias puede ser aliviada cuando se detiene la ventilación. Esto reduce la presión intratorácica excesiva, lo que permite que el corazón se llene nuevamente y restablezca la circulación sanguínea, resultando en una resucitación espontánea.

Presentamos la hipótesis de que Jesús (as), que estaba en un estado de coma profundo, experimentó un “retorno espontáneo de la circulación” al ser colocado en posición horizontal después de ser bajado de la cruz. Como se explicó anteriormente, durante el proceso de crucifixión, los pulmones se sobreinflan (se llenan de aire en exceso) debido a la dificultad para exhalar en la posición vertical de la cruz. La musculatura torácica se estira, lo que dificulta aún más la respiración. Para facilitar la exhalación, la víctima debía levantar sus piernas, doblar los codos y usar sus hombros para elevar su cuerpo sobre los clavos que lo sujetaban a la cruz. [53] A medida que el tiempo pasaba, este esfuerzo se hacía cada vez más débil, y los pulmones continuaban llenándose de aire, lo que provocaba una respiración más difícil.

La dificultad respiratoria causada por la crucifixión es comparable a la que experimentan las personas con un ataque severo de asma o enfisema, en los que los pulmones se sobreinflan. [54]

Mientras Jesús (as) estaba en la cruz, sus pulmones se habrían dilatado gradualmente debido a los crecientes esfuerzos por exhalar. La presión acumulada por los pulmones sobrellenados dentro de la cavidad torácica habría dificultado el retorno de la sangre al corazón. Esto se habría visto agravado por la hipovolemia, la deshidratación y la pérdida de sangre provocada por la flagelación, lo que a su vez habría reducido aún más el flujo sanguíneo al corazón, llevando a un compromiso circulatorio, síncope o coma profundo. Dado que la inhalación fue relativamente fácil durante la crucifixión, los tejidos vitales probablemente se mantuvieron bien oxigenados, permitiendo que siguieran vivos. Presuntamente muerto, Jesús (as) fue bajado de la cruz y colocado en posición horizontal. Esta posición habría facilitado la exhalación, permitiendo que los pulmones se desinflaran, aliviando la presión en la cavidad torácica, y mejorando el flujo sanguíneo hacia el corazón. Esto, a su vez, habría permitido que el corazón comenzara a bombear de nuevo, reanudando la circulación y completando el proceso de autogestión y resucitación. Por lo tanto, es médicamente plausible que Jesús (as) experimentara un “retorno espontáneo de la circulación” al ser colocado en posición horizontal y aliviarse la sobreinflación de los pulmones.

Hipotermia

La Revista de la Asociación Médica Noruega presentó una hipótesis alternativa que sugiere que Jesús (as) estaba vivo cuando fue bajado de la cruz. En casos de hipotermia severa, cuando la temperatura corporal baja por debajo de los 25°C, una persona puede parecer muerta, incluso para médicos experimentados. Sin embargo, tales personas pueden resucitar espontáneamente, incluso a temperaturas inferiores. [55] Se argumenta que las circunstancias de la crucifixión de Jesús (as) sugieren que podría haber estado sufriendo de hipotermia. Por lo tanto, es posible que, en el momento en que fue bajado de la cruz, no estuviera muerto, sino que fue percibido como tal y colocado en el sepulcro. [56]

En Jerusalén, a 500 metros sobre el nivel del mar, las temperaturas pueden ser frías en la primavera. Es posible que el clima frío, la tormenta o el eclipse, junto con el tiempo que pasó en la cruz con ropa mínima, hayan provocado hipotermia. Además, Jesús (as) pudo haber estado completamente agotado antes de ser clavado en la cruz. Había pasado hambre, no había dormido, y había sido severamente torturado antes de tener que cargar con la pesada cruz. Jesús (as) permaneció solo en la cruz por un tiempo relativamente breve, posiblemente insuficiente para causar la muerte por crucifixión. Una combinación de agotamiento e hipotermia debido al clima frío pudo haber hecho que Jesús (as) pareciera muerto ante los transeúntes.

Es muy posible que los soldados cometieran este error también.

Está registrado que los soldados apuñalaron a Jesús (as) con una lanza y de su costado salió sangre y agua. Sin embargo, los cadáveres no sangran. [59] El cuerpo de Jesús (as) fue entregado a José de Arimatea. Nicodemo, médico y seguidor secreto de Jesús (as), también acompañó a José al sepulcro. Es plausible que Jesús (as) hubiera recobrado la conciencia de forma natural y abandonado el sepulcro solo o con la ayuda de sus amigos. La medicina de emergencia moderna ha demostrado que los pacientes con hipotermia severa pueden sobrevivir si reciben el tratamiento adecuado. Un estudio demostró que dos tercios de los pacientes con hipotermia (con una temperatura corporal central promedio de 20.6°C) sobrevivieron después de ser tratados con recalentamiento. [60]

Conmoción y colapso

Una hipótesis alternativa fue presentada en The Journal of the Royal College of Physicians of London en 1991. La Dra. Margaret Lloyd Davies sugirió que Jesús (as) colapsó y estaba en estado de conmoción cuando fue bajado de la cruz, y fue reanimado en lugar de resucitado después de los eventos de la crucifixión. Ella señala que las heridas sufridas por Jesús (as), incluida la flagelación, le causaron importantes lesiones superficiales que, aunque dolorosas, no fueron mortales. En los Evangelios no hay relatos de testigos presenciales de la flagelación. La Dra. Lloyd Davies sugiere que el shock se instaló rápidamente, ya que el intenso dolor habría provocado la acumulación de sangre en los vasos sanguíneos y la desaceleración de la frecuencia cardíaca. La presión arterial y la presión del pulso serían bajas, y la herida en la espalda habría causado una importante pérdida de sangre. Durante este tiempo, Jesús (as) tuvo que luchar contra la gravedad para respirar. Después de estar en la cruz durante tres horas o quizás un poco más, Jesús (as) pareció muerto a los observadores. La Dra. Lloyd Davies señala que hay un vacío significativo en la descripción de los eventos de la crucifixión. Ninguno de los cuatro Evangelios describe exactamente cómo fue retirado el cuerpo de Jesús (as) de la cruz. Solo el Evangelio de Juan menciona el incidente de la lanza clavada en su costado, de donde salió sangre y agua. La ciencia médica afirma que un cadáver no sangra, lo que refuerza la idea de que Jesús (as) no estaba realmente muerto. La Dra. Lloyd Davies argumenta que Jesús (as) estaba debilitado, cansado, sediento, y había sufrido flagelación y un golpe en la cabeza. Esto podría haber explicado su colapso en la cruz. Jesús (as) estaba en shock, con presión arterial baja, y perdió el conocimiento debido a la falta de sangre que llegara al cerebro. Su piel pálida y su inmovilidad hicieron que otros pensaran que había muerto. Se argumenta que el suministro de oxígeno al cerebro fue mínimo pero suficiente para mantenerlo con vida. Cuando Jesús (as) fue bajado de la cruz y colocado en el suelo, la circulación se restauró. Un escalofrío durante el eclipse solar pudo haber ayudado a mantener su presión arterial, y las extremidades frías habrían dado la impresión a los soldados de que Jesús (as) estaba muerto. La Dra. Lloyd Davies sugiere que Jesús (as) fue atendido por sus seguidores porque aún mostraba signos de vida.

WB Primrose, un anestesista senior en el Glasgow Royal Infirmary y el Princess Louise Scottish Hospital en Bishopton, argumentó en 1949 que Jesús (as) estaba vivo cuando fue bajado de la cruz. [61] Cita la afirmación en el Evangelio de Juan, en la que se menciona que de la herida causada por la lanza salió sangre, lo que sugiere que, a pesar de la aparente muerte de Jesús (as), la circulación aún estaba presente. El sangrado activo generalmente se detiene después de que el corazón deja de latir. Primrose sostuvo que aquellos presentes en el lugar de la crucifixión de Jesús (as) creyeron que había muerto, ya que él se había derrumbado y estaba en estado de shock. Como consecuencia, Jesús (as) colapsó en un coma profundo, un estado en el que la víctima está inconsciente, tiene una tez gris y pálida, y está fría al tacto, características que pueden confundirse con la muerte. Sin embargo, Primrose argumentó que Jesús (as) podría haber mantenido una circulación de bajo grado, insuficiente para ser detectada fácilmente pero suficiente para mantener vivos los órganos vitales. Según este argumento, sería plausible que Jesús (as) fuera reanimado posteriormente y curado de sus heridas. Primrose destacó que tales condiciones de baja vitalidad son bien conocidas por los anestesistas en la actualidad. [62] El autor concluye que un análisis detallado de los eventos de la crucifixión, a la luz del conocimiento moderno, no es suficiente para pronunciar con absoluta certeza que Jesús (as) estaba realmente muerto cuando su cuerpo fue retirado de la cruz.

Taponamiento Cardíaco

Otra teoría propuesta es que Jesús (as) desarrolló taponamiento cardíaco durante el proceso de flagelación y crucifixión. Esta hipótesis se ha discutido en detalle en otros estudios. [63] El taponamiento cardíaco ocurre cuando se acumula sangre en la cavidad pericárdica, lo que puede comprimir el corazón y dificultar su funcionamiento. Según esta teoría, la lanza que atravesó el costado de Jesús (as) pudo haber llegado a la cavidad pericárdica y liberado la presión sobre el corazón, lo que provocó la salida de sangre y agua. Este fenómeno es consistente con la observación de que solo un corazón palpitante, de una persona viva, puede expulsar sangre. La hipótesis sugiere que este incidente podría haber permitido que el corazón de Jesús (as) comenzara a latir nuevamente.

Observaciones Finales

Existen evidencias clínicas objetivas que demuestran que es posible cometer un error en el diagnóstico de muerte, incluso por parte de profesionales altamente capacitados. Los soldados romanos, a pesar de su experiencia y entrenamiento, no pueden considerarse inmunes a cometer este tipo de error.

Además, en la literatura médica existe consenso sobre el hecho de que la muerte en la cruz, horas después de la crucifixión, fue inesperada y prematura. No hay pruebas o evidencia categórica que confirme la muerte de Jesús (as) durante el proceso de crucifixión. Por el contrario, varios mecanismos científicos han sido propuestos que apoyan la hipótesis de que Jesús (as) pudo haber sobrevivido a los eventos de la crucifixión, y que la reanimación es una posibilidad médica. En base a la evidencia actual, es médicamente plausible que Jesús (as) haya sobrevivido a los eventos de la crucifixión, lo que podría explicar por qué fue visto por sus discípulos días después, quienes presenciaron sus heridas. [64]

Acerca de la autora: La profesora Amtul Razzaq Carmichael MD, M Ed, FRCS (Gen Surg.), MBBS, es consultora. Se graduó en 1987 con medallas de oro a la excelencia académica y realizó su formación quirúrgica en los principales hospitales universitarios de Londres, Edimburgo y Filadelfia. Es autora de muchos artículos para las principales revistas científicas revisadas por pares. Es miembro senior del consejo editorial de The Review of Religions, así como también es subdirectora

Notas finales

1. https://www.freep.com/story/news/local/michigan/oakland/2020/10/19/timesha-beauchamp-wrongly-prnounced-dead-hospital/5981327002/

2. https: //www.jstor. org / stable / 20506113? read-now = 1 & seq = 1 # page_scan_tab_contents

3. http://www.gutenberg.org/files/50460/50460-h/50460-h.htm

4. https: //www.jstor. org / stable / 20506113? read-now = 1 & seq = 1 # page_scan_tab_contents

5. http://www.gutenberg.org/files/50460/50460-h/50460-h.htm#Page_113

6. https: // www. thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(01)06533-3/fulltext

7. Reilly BM. “Pronunciar, al ser médico”, Annals of Internal Medicine 135 (2001): 467–70.

8. https://www.independent.co.uk/news/world/europe/russia-woman-dead-morgue-zinaida-kononova-kursk-gorshechenskaya-a9678931.html

9. https://www.medicalnewstoday.com / artículos / 317645

10. https://www.everplans.com/articles/8-people-who-were-mistakenly-priced-dead

11. https://www.businessinsider.com/catalepsy-is-a-condition -que-te-hace-parecer-que-estás-muerto-2018-1? r = US & IR = T

12. https://www.theguardian.com/commentisfree/2014/nov/14/waking-morgue- death-janina-kolkiewicz

13. https://etd.ohiolink.edu/!etd.send_file?accession=bgsu1429141591&disposition=inline

14. Cooper HC, “The Agony of Death of Crucifixion”, New York Medical Journal 38, (1883) : 150-153.

15. LeBecA A, “Un estudio fisiológico de la pasión de nuestro Señor Jesucristo”, Cathol. Medicina. Guardia. 3, (1925): 126-136.

16. Hengel, Martin, “Crucifixion in the Ancient World”, SCM Press, Filadelfia (1977): 25.17

. Https://juniperpublishers.com/jfsci/pdf/JFSCI.MS.ID.555590.pdf

18. Roger W. Byard, “Forensic and historical issues of crucifixion”, aceptado: 16 de febrero de 2016 / Publicado en línea: 5 de marzo de 2016 Springer Science + Business Media Nueva York 2016

19. https://etd.ohiolink.edu/!etd.send_file?accession=bgsu1429141591&disposition=inline

20. Martin Hengel, “Crucifixion in the Ancient World”, SCM Press, Filadelfia (1977): 23.

21. P. Barrbet, “Un doctor en el Calvario”, traducido por el conde de Wicklow. PJ Kenedy and Sons, Nueva York (1953): 41-174.

22. W. B Primrose, “El cirujano mira la crucifixión”, The Hibbert Journal, volumen XLV11, julio (1949): 382-388.

23. https://www.ajol.info/index.php/actat/article/view/52582

24. R. Hoar, “The Turin Shroud is genuine”, Souvenir Press, Londres (1994): 79-122.

25. J. Holoubek, “Ejecución por crucifixión. Historia, método y causa de muerte ”, Journal of Medicine 26, 1-2 (1995).

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27. Frederick Zugibe, The Crucifixion of Jesus: A Forensic Inquiry (Nueva York: M. Evans and Co., 2005), 103-121.

28. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1420788/

29. https://www.tandfonline.com/doi/pdf/10.1080/20508549.2006.11877788?needAccess=true

30. P Barrbet, A Doctor AT Calvary, traducido por el conde de Wicklow (Nueva York: PJ Kenedy and Sons. 1953), 41-174.

31. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22390994/

32. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5377221/

33. J. Risdon Bennett, Enfermedades del Biblia (Londres: Sociedad de Tratados Religiosos, 1887), 119-32. 

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41. https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0965230202001273

42. https: //www.independent.co.uk/news/world/asia/easter-crucifixion-ritual-philippines-jesus-christ-nailed-cross-a8877916.html

43. https://www.straitstimes.com/asia/se -asia / extreme-easter-flogging-crucifixions-in-philippines

44. https://edition.cnn.com/2019/04/19/asia/philippines-crucifixion-practice-33rd-year-trnd/index.html

45 . https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(82)90242-2/fulltext

46. ​​https://sjtrem.biomedcentral.com/articles/10.1186/s13049-019-0685- 4

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